A ti, amiga, te honro con dicha
cuando la colmena ya no acecha.
En el pathos de la distancia,
tú eres soberana.
Heralda de horas tan amargas,
nos obstante deseadas por quien
tu enseñanza no aplaza.
¡La vida sobre ti cabalga!
Pueda tu universo
sin espacio ni tiempo,
cual gélido viento,
guiarme al encuentro
que rompa este desencuentro.
¿Qué dictaminará hoy
tu imparcial palabra?
Pues bien, ¡habla! y verás
que a tu verbo ya no temo.
¡Oh, soledad, cuán solemne
tu postura besando la bruma,
para mí resulta!
Ea, tú, ¿qué esperas?
Tomando la bifurcación
hacia ti una vez más he llegado,
¿no me darás aquello por lo que vengo?
¡Tráigame tu viento el fuego que anhelo!
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